31 ene 2013

Sangre en la nieve

  Aquí os dejo el primer capitulo de su sangre en la nieve. Espero que os guste   :)                     



                            Capítulo I: Un largo camino.



 Los arbustos me ocultan de la vista de la feroz bestia a la que acechaba. El frio cala mis huesos y mi respiración agitada es el único sonido que me acompaña. La bestia gris olfatea al aire y camina en círculos buscando una presa en la distancia para su cena de esa noche, lo que no sabe es que hoy no verá el  anochecer.

La brisa sopla a mi favor y la bestia no capta mi olor.  Les pido a los dioses en silencio que me den fuerza para atacar con precisión a la bestia.  Es la primera vez que salgo a cazar yo sola; todas las formas de lucha aprendidas por mi hermano y todos los movimientos correctos para matar a un animal de esas dimensiones se agolpan en mi mente.  Sé que podré, me repito a mi misma continuamente en mi mente que puedo hacerlo, pero mi cuerpo me delata, las piernas me tiemblan y mis manos están demasiado tensas como para dar un golpe certero.

Apenas con 16 años le he pedido a mi padre que me deje venir al bosque que hay en la linde del acantilado que hay cerca de nuestra aldea. Mi padre en un principio ha denegado mi propuesta pero mi hermano le ha prometido que con todo lo que él me ha enseñado sobre lucha con hacha, espada, arco y daga podría sobrevivir y volver a casa sana y salva con una presa. Pero yo, no haciéndole caso a mi hermano de cazar una presa fácil, me he dirigido al claro de la luna, como le llamamos en la aldea.

El claro se llama así porque cuando la luna está en su mayor esplendor de la noche se refleja en la nieve que cubre el claro en invierno, y en el pequeño lago cuando es verano. Este es un lugar de sueños y fantasías para los niños, donde se aparecen los dioses que nos protegen… pero también es un lugar de terror para los adultos y ancianos, porque saben que el peligro acecha detrás de cada árbol que rodea este claro.

Sin embargo para los jóvenes es una diversión y a la vez un riesgo que hay que algunos quieren cometer. Muchos de los jóvenes que vienen a cazar a estos lares mueren y no se encuentra luego más que sus huesos roídos por los sangrientos asesinos del Claro de la luna.

Los segundos se me hacen eternos, mientras observo a la bestia como continua olfateando el aire, como va escudriñando poco a poco el claro al completo; espero a que la bestia este suficientemente cerca de mí para atacar.

Pasan los minutos y comienzo a ver que la mañana va desapareciendo para dar paso a la tarde, la bestia parece cansada y se dispone a marcharse, pero se dirige en mi dirección, esta es mi oportunidad, coloco mi arco en buena posición y poniendo una flecha con punta de acero en la cuerda lo tenso, apunto lo mejor que puedo… debo matar a la bestia, tengo que lanzar ya la flecha o me olerá y me atacará, pero siento mis manos entumecidas, y mi respiración muy agitada. Me intento relajar y sin pensármelo mas, pues veo al animal demasiado cerca ya lanzo la flecha.

La flecha atraviesa la piel de la bestia clavándose en el cuello de esta con una precisión casi perfecta. Cae al suelo dolorida, con la garganta atravesada,  el lobo durará unos minutos con vida y no puedo permitir que aúlle y llame la atención de la manada, asi que tengo que salir al claro, exponiéndome a todos los peligros que es exponerme a la vista pero debo volver con mi presa a casa, para demostrar a mi padre que soy tan fuerte como cualquier hombre que se precie.

Me cercioro de que tengo mi espada colgada a la espalda bien atada para que no se caiga con la carrera, me coloco el arco al hombro y desenfundo mi hacha que había estado en todo momento colgada a mi cinturón, lista para ser usada en el momento más inesperado.
Salgo al claro de un salto para evitar los arbustos, haciendo tan poco ruido que parece que ha sido el viento soplando el que los ha movido no una persona. Mi hermano siempre me dice que soy tan silenciosa como la misma sombra, y que eso me servirá en la lucha y en la caza tanto o más que un hacha bien afilada.

Echo a correr y en unos segundos llego al lugar donde está el lobo tirado en la nieve, con la sangre derramándose por su cuello hasta la nieve, derritiéndola.  Este tan solo profiere un solo sonido, el de su respiración agitada por el dolor. 

Elevo mi hacha y la dejo caer con fuerza sobre su cuello, cortando así su cabeza y la meto en un saco de arpillera para poder transportarla junto a su cuerpo, el cual me cargo a la espalda. Es hora de salir de ese lugar tan tenebroso y a la vez tan fantástico.

Cuando llego al poblado está oscureciendo. Mi sombra se proyecta contra el suelo de grava, larga y tenebrosa. Procuro hacer poco ruido y evitar ser vista por la gente del poblado, porque sé que si ven a una mujer que ha ido a cazar seria una deshonra para mi familia, y no quiero que tal cosa ocurra.
Llego a la puerta de casa y la abro con sigilo; sé que mi familia está en la mesa esperándome para cenar, es una costumbre de mi padre, cenar todos juntos después de un largo día, y así poder comentar con su familia las buenas nuevas que ocurren en el poblado.

Entro por la puerta y la cierro tras de mí.

-          Hola – saludo con voz un poco fuerte y algo cansada –Tengo hambre – puntualizo agachando la cabeza mientras  entro al salón.

Nada más cruzar la puerta mi padre se me queda mirando muy serio; mi madre se lleva las manos a la boca para sofocar un grito al ver mi aspecto; mi hermano mayor se ve sorprendido al verme y aun mas al fijarse en mi presa aun cargada a la espalda, y mis hermanos pequeños se quedan sentados mirándome fijamente curiosos.

-          Padre? – pregunto.

Mi padre se levanta de su asiento y se acerca a mi; tengo miedo de lo que puede pasar en los momentos siguientes, le pido a los dioses que sean misericordiosos.

-          Pero… tú, ¿Crees que puedes hacer cuanto te plazca y volver a mi casa pidiendo comida? ¡¡No, no respondas!! No quiero oírte. Te empeñas en deshonrar el nombre de esta familia cada día, te dejé marchar a las afueras del poblado, a cazar conejos con el arco tal como me dijo tu hermano, solo por su insistencia te lo concedí, si por mi hubiese sido estarías en casa, pero me dejé convencer. – me empuja y caigo al suelo de espaldas. – Pero adentrarte en el bosque, ¡en el Claro de la Luna nada menos! ¿sabes lo peligroso que es ese lugar? ¿Desde cuándo te he criado yo como una desobediente mentirosa? Deberías comportarte como todas las mujeres de tu edad, ya deberías estar casada… mira a Olaff, el herrero, desposó a su hija Leina hace dos días y ella tiene quince años… ¡La hija de un herrero! Mañana tú cumples diecisiete y aun no estás prometida siquiera.

-          Padre, creo que ya le ha quedado claro que la honra de la familia ha estado hoy en sus manos – dice mi hermano intentando tranquilizar a mi padre.

-          Si, y a punto hemos estado de perderla por este estorbo que los dioses me dieron por hija – dice mi padre  mirándome con odio – levántate – me ordena con brusquedad.

Me levanto con toda la rapidez que mis piernas temblorosas me lo permiten; preferiría enfrentarme a una manada de lobos grises antes que a mi padre.

-         A partir de hoy te comportarás como se espera de una mujer de tu cuna, no te permitiré ni una sola deshonra más. Ayudaras a tu madre todos los días, ella se cansa muy rápido con el embarazo y necesita tu ayuda. Si en cinco lunas no encuentras un pretendiente digno de tu nombre y de tu casa, me encargaré personalmente de elegirlo. ¿has entendido? – termina de hablar.

Yo simplemente asiento con la cabeza gacha. De pronto noto un fuerte golpe en un lado de mi rostro y siento la sangre brotar de mi labio inferior.

-          Cuando te hable mírame a los ojos, ten el valor que siempre intentas demostrar – dice mi padre antes de darse la vuelta y marcharse.

Mi única reacción es coger todas mis cosas y marcharme de la sala con mi presa; me dirijo a la parte de atrás de la casa, donde está el establo con mi caballo. En esos momentos estar con él es lo único que me puede relajar. 

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